Los niños de hoy sólo conocen los supermercados. Mis hijos, al menos, apenas han pisado un mercado de verdad, y es un plan barato y muy, muy divertido que, además, nos permite retomar el contacto con el buen servicio y la cercanía que ofrecen los vendedores y vendedoras del comercio tradicional, ¿no te parece?
Hace unos años me llevé a mis tres hijos al mercado tradicional donde iba con mi abuela cuando era pequeña, el que está en el Paseo de los Jesuitas, en Madrid. Íbamos a que aprendieran algo más sobre los alimentos que consumimos día a día y, de paso, a hacer la compra un sábado por la mañana… y ésta fue nuestra experiencia.
Mercado tradicional: profesionales y artistas
Los vendedores y vendedoras de un mercado vocean de vez en cuando sus mercancías, hay que saber pedir la vez, los pescaderos y carniceros son auténticos artesanos —qué digo artesanos, ¡artistas!— de los cuchillos y el despiece…
Es todo un placer contemplar cómo un pescadero buen conocedor de su oficio te coge una palometa, te la limpia, te la hace filetes… siempre rozando el filo de sus tremendos utensilios, afilándolos —chis-chas, chis-chas— en un santiamén…
Los niños, poco acostrumbrados a esta destruza cuando lo compramos casi todo envasado de antemano en cadenas de producción, se quedan boquiabiertos. Ahora, además, muchas pescaderías tienen un sistema para lanzar vapor de agua de vez en cuando sobre todo el pescado expuesto —los «enanos» alucinan—, para que parezca siempre fresco.
El mercado tiene, además, la ventaja de que aprenden cosas necesarias: hay que repasar que te han hecho bien la cuenta y que te dan correctamente la vuelta, hay que estar atentos y comparar los precios y calidades de al menos dos puestos antes de decidirse por comprar en uno u otro.
También hay que ser un poco “avispados” para que el vendedor no te meta en la bolsa una manzana pocha o un tomate pasado (la pirámide es bonita por fuera, pero detrás esconde lo más feo y el vendedor siempre intenta colarte alguna pieza, sobre todo si no eres cliente habitual).
Las tiendas diferentes de un mercado tradicional
Y, lo mejor de todo: descubrir esas tiendas diferentes, como el puesto del afilador o, sobre todo, la inefable casquería; para ellos es una tienda de Halloween: lenguas, cerebros, pies de cordero, filetes de corazón, estómagos en trocitos, sangre cocida…. Ahí sí que nos echamos unas risas.
Fotos: a la compra con los niños, en un mercado
En esta galería de fotos os dejamos un mini-reportaje de nuestra jornada para hacer la compra en un mercado de los de toda la vida:
Y un plus para los vendedores: a casi todos les gusta bromear con la clientela, requebrar a las chicas, tomar el pelo a los maridos y… siempre tienen un guiño, un chiste o un caramelillo para los niños.