En el noroeste de Madrid se encuentra Rascafría, una población con rango de villa y un lugar estupendo para pasar un día con peques en cualquier época del año: pueden correr, aprender y divertirse en la naturaleza, visitar alguno de sus monumentos y disfrutar de una buena comida. ¡Hasta descubrir un bosque finlandés con sauna incluida!
¿Hace «rasca» en Rascafría?
El más pequeño de nuestros hijos nos soltó este medio chiste cuando les propusimos pasar un sábado en Rascafría. Eso nos llevó a contarle el origen del nombre (que no está muy claro, por cierto).
Hay dos explicaciones: una dice que viene de “rocas frías” (el Pico de Peñalara y su nieve invernal puede ser la referencia); otra sostiene que procede de “carrasca fría”, por las muchas encinas que hay en esa zona de la Comunidad de Madrid.
El entorno es precioso, con el Parque de Guadarrama al lado y mucho bosque que se puede recorrer haciendo rutas de senderismo (todo lo fáciles o lo difíciles que queráis). Hay poca población (no llegan a 2.000 los censados en Rascafría), pero los fines de semana se llena de gente. Por eso, nuestro primer consejo es que, si podéis, vayáis un sábado tempranito mejor que un domingo, máxime en estos de coronavirus, en los que debemos evitar las aglomeraciones 🙂
Y sí, en invierno —incluso las tardes menos soleadas de otras estaciones del año— en Rascafría… hace rasca 😀
Qué ver en Rascafría
En nuestra escapada a esta villa madrileña con nuestros tres hijos, hicimos un plan de visita en familia mezclando naturaleza, arte e historia. Fue un sábado y, eso sí, madrugamos un poco para que nos cundiera el tiempo. Se tarda como una hora en llegar desde el centro de Madrid.
Aunque te puedes organizar el día de muchas maneras, nosotros optamos por empezar con una pequeña ruta para conocer el Bosque Finlandés y el arboreto Giner de los Ríos. Seguimos con una visita al monasterio del Paular y, para terminar, fuimos al pueblo para comer y dar una vuelta después. En otra ocasión, sin embargo, optamos por una ruta con peques hasta la Cascada del Purgatorio.
Ahora os vamos contando todo lo que podéis ver, así os planificáis como mejor os venga, teniendo en cuenta también la edad de vuestros hijos y su mayor o menor predisposición a caminar o a ver monumentos.
Monasterio del Paular
Aunque se empezó a construir en el siglo XIV, las obras duraron tanto que en su arquitectura se mezclan estilos: gótico, renacentista, barroco… Forma una silueta compacta, con jardines y un bonito claustro (y un parking gratuito en el que podéis dejar el coche para ver el monasterio y, al otro lado de la carretera, la pequeña ruta de la que os hablamos).
Fue habitado por monjes cartujos (en su regla se hace voto de silencio) que, para obtener ingresos, se dedicaron a la fabricación de papel. De hecho, en ese papel se imprimió la primera edición de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.
En la época de la desamortización, en el siglo XIX, el monasterio dejó de ser propiedad de la Iglesia y, tras muchas vicisitudes, fue vuelto a la vida monástica por la orden de los benedictinos, que lo gestionan actualmente. Se dedican, según la regla del “ora et labora” (reza y trabaja), a la vida litúrgica, recepción de huéspedes, visitas guiadas, trabajo manual e intelectual y a la atención a los feligreses de la zona.
En este enlace podéis leer más sobre la historia del Monasterio del Paular y ver los horarios de visita.
Arboreto Giner de los Ríos: para aprender a reconocer árboles
Cruzando la carretera, justo enfrente del monasterio, está el Arboreto Giner de los Ríos. Es de acceso libre y merece la pena entrar y dedicarle al menos media hora.
Los arboretos son como pequeños jardines botánicos, pero centrados en los árboles y con una importante labor didáctica para público de todas las edades (aunque con mucho foco en colegios y familias con niños).
En este arboreto, siguiendo la senda que os proponen, encontraréis todo tipo de árboles (no sólo los típicos de esta zona o los de nuestra Península Ibérica), etiquetados y con una pequeña explicación. Así es muy fácil aprender sus nombres y características (al menos de los más importantes o de los que nos encontraremos paseando por el Valle del Paular en el que nos encontramos).
Fijaos en la frase de Giner de los Ríos (todo un adelantado a la pedagogía de su tiempo) grabada en la piedra de la entrada: “En la contemplación de un árbol podríamos pasar enteramente nuestra vida”. Ahí queda eso, para la reflexión.
Puente del Perdón y centro de visitantes
Justo al lado del arboreto, hay dos bancos de colores desde los que todo el mundo —más los niños— se queda mirando el prado cercado en el que suelen pastar ovejas negras. Si lo rodeáis, siguiendo esa cerca, llegaréis a la entrada al centro de visitantes del Valle del Paular.
Allí os pueden dar un mapa, folletos o información que os ayude a organizaros mejor y saber qué queréis ver. En realidad, ahí está también uno de los centros de interpretación del Parque Nacional Sierra del Guadarrama, aunque ahora esa parte está cerrada.
A continuación, encontraréis el Puente del Perdón, sobre el río Lozoya, que en su momento era usado por los monjes del monasterio para llegar al molino de papel de Los Batanes (lo de la pequeña industria papelera que os mencionábamos antes).
El porqué de su nombre se remonta a la Edad Media: aquí se hacían los juicios, en el lado del puente más cercano al monasterio. Si el reo era perdonado, cruzaba el puente y volvía a su localidad. Si no, era llevado a un punto cerca del actual puerto de Cotos, donde era ajusticiado.
Bosque Finlandés: con sauna, lago y abetos
Si cruzáis el puente, hay varias rutas de senderismo, con diferente dificultad, que podéis hacer. En el centro de visitantes os informarán de todas ellas, así podéis elegir la que más os convenga.
Nosotros giramos a la izquierda porque queríamos conocer el misterioso Bosque Finlandés, llamado así por una curiosa historia y por su vegetación, que no es la autóctona de este valle del Paular. En este enlace os contamos nuestra experiencia en ese bosque nórdico y por qué tiene un lago y una sauna.
Alrededor podéis seguir paseando por numerosas sendas. Hay una, circular, que sigue a la izquierda y se convierte en un camino paralelo a la carretera, lleno de cartelitos que te invitan a conocer más la geología de esta zona, a pararte a escuchar los sonidos del valle, a reconocer alguna planta o animal… A los chavales les gusta mucho.
Las Presillas: piscinas naturales de agua muuuuy fresca
En nuestro paseo otoñal no fuimos a Las Presillas, que es más una actividad de verano. Son tres piscinas naturales con agua muy fría (también en verano), pero que tienen un tremendo encanto para pasar un día al aire libre y darte un muy refrescante chapuzón, siempre y cuando esté permitido el baño.
Su agua es la del río Lozoya, de ahí la temperatura, y al lado cuentan con praderas y ciertos servicios para los excursionistas (mesas, papeleras…). Si vas a pie, son gratis. Si vas en algún vehículo, tienes que pagar una entrada.
Un paseo en familia por la villa de Rascafría
El pueblo de Rascafría merece la pena para dar un buen paseo, recorrer sus calles, fijarse en sus casas y saborear la historia que está presente en el conjunto. Hay buena oferta de restaurantes y bares de tapas, así que también podéis elegir alguno de ellos para conocer la gastronomía local (no os perdáis las famosas carnes del Guadarrama).
Fijaos en el Ayuntamiento. Su actual edificio eran las antiguas escuelas, con un ala para niñas y otro para niños (aún está marcado así en la fachada). El edificio más notable es la iglesia de San Andrés Apóstol. Es del siglo XVI, aunque ha sufrido varias reconstrucciones, una de ellas en su torre, porque un obús la destruyó durante la Guerra Civil.
Las campanas no son las originales y —otra curiosidad— las actuales fueron construidas con los restos de dos aviones que se estrellaron cerca de Rascafría, en los años ’50 del siglo pasado. Entrad si la veis abierta, porque su interior merece la pena.
Fotos de nuestra excursión familiar a Rascafría
En la siguiente galería de fotos compartimos nuestras instantáneas de esta jornada familiar en Rascafría:
Dónde está Rascafría
La villa de Rascafría se encuentra en la zona noroeste de la Comunidad de Madrid, a unos 85 km de la capital de España (en tiempo, a cerca de hora y media). En este mapa podéis ubicarla y ver su distancia respecto al Monasterio del Paular (un par de kilómetros).
La villa de Rascafría rorma parte de las seis villas de Madrid, junto con Buitrago de Lozoya, Navalcarnero, Chinchón, Colmenar de Oreja y Nuevo Baztán.