Entre el Viaducto y la iglesia de San Francisco el Grande, en el centro de Madrid y lo que fue su núcleo medieval, se encuentran Las Vistillas. Están formadas por un conjunto de jardines, una plaza y la loma de un cerro desde el que se divisa una amplia vista del Manzanares y su ribera, a los pies del Palacio Real y la Almudena.

Al parecer, se denomina «Las Visitillas» a esta zona, precisamente, por la estupenda perspectiva dominante que uno puede disfrutar desde allí. Aparte de que en las fiestas de San Isidro se desarrolla en ellas una verbena, es una zona estupenda para ir a dar un paseo (un paseo responsable, si aún estamos en tiempos de coronavirus), sentarse en la hierba a ver el atardecer y, si se tercia, tomarse un refresco en la tradicional terraza de mesas metálicas. A los niños les hace gracia cualquier plan que incluya una loma en la que, mientras papá y mamá se sientan y contemplan el atardecer, ellos puedan darse volteretas y jugar a deslizarse por la pendiente y, sí, de vez en cuando, echar un vistazo al sol que se oculta. Todos nos llevamos nuestra parte de disfrute, ellos y nosotros.

Fotos: Madrid, al atardecer, desde Las Vistillas

En esta galería de fotos podéis ver una muestra de las estupendas vistas desde Las Vistillas 😉 en Madrid.

Los Jardines y la Violetera

Antes de llegar a ese punto de observación del ocaso,  nosotros dimos un buen paseo con los chavales subiendo desde la Puerta de Toledo, por la Gran Vía de San Francisco y de allí hacia la calle Bailén. A las Vistillas se puede acceder directamente desde la calle Bailén por la esquina con la calle de La Morería (donde está el famoso Corral de la Morería, por cierto), por ejemplo.

Una terraza de las de toda la vida extiende allí sus mesas y sillas en verano y en invierno y, un poco más allá, descubrimos la estatua de La Violetera,  obra del famoso Santiago de Santiago. Está ahí plantada desde 2003, aunque fue creada en 1990, año en que el ayuntamiento quiso homenajear al compositor de La Violetera (“Como aves precursoras, de primaveeera….”); yo en este punto me lancé a cantar y los chavales se rieron un montón, así que les explicamos que esta estatua estuvo en un principio en la Gran Vía esquina con Alcalá y que a nadie le gustó el sitio ni la estatua (en realidad, fue porque dijeron que representaba a Celia Gámez, la que cantaba el Ya hemos pasao para burlarse del “No pasarán” de la Guerra Civil en Madrid, lo que organizó una trifulca entre el PSOE y el PP, bueno todo eso no se lo contamos a los chicos, la verdad), hubo protestas y al final la metieron en unos almacenes hasta que a alguien se le ocurrió que un sitio tan castizo como Las Vistillas era el lugar ideal. Y ahí se quedó. Por supuesto, representa a las floristas que vendían paquetitos de violetas a principios de marzo por las calles madrileñas.

Y detrás de esta escultura, se abre la plaza de Gabriel Miró, un poco abandonada y donde hay bailes y conciertos en las fiestas de San Isidro. Justo al fondo, están los Jardines de Las Vistillas, con una fuente en medio y una especie de mirador desde el que se divisa toda la bajada hasta la cuenca del cercano Manzanares (hoy, la zona de Madrid Río).

Siguiendo la línea del jardín hacia abajo, se extiende la loma que forma como una cornisa y en la que siempre hay gente joven sentada charlando, jugueteando o sólo observando el horizonte. A ellos nos sumamos y pusimos un poco de sonido –el de nuestros niños– a sus silenciosos atardeceres.