En la exposición de Titanic que está abierta en Madrid hasta el 6 de marzo de 2016 hay muchos objetos interesantes y auténticos sacados del barco naufragado; se incluyen también recreaciones muy fidedignas de algunas partes del trasatlántico y documentos de la época que nos aproximan a las historias personales de las víctimas del hundimiento. Tienes que verla –y en familia lo pasarás genial– entera, pero, por si no te diera tiempo, aquí tienes 5 cosas que no te puedes perder en la exposición de Titanic:
La maqueta del Titanic abierta por un lado
Se encuentra en una de las primeras salas. Es una increíble maqueta del Titanic de 3 metros de longitud partida longitudinalmente, de forma que puedes ver cómo era el trasatlántico por fuera y… también por dentro. Desde la cubierta hacia abajo, se ven las diferentes áreas de camarotes, separadas según la clase del pasajero (había camarotes de primera, segunda y tercera clase) y según el sexo (sólo los matrimonios podían viajar juntos); los salones para cenar y para departir socialmente; las cubiertas con tumbonas para disfrutar de la brisa; las grandes chimeneas (una de las cuales no tenía tal función, era más bien estética). Está hecha con mimo y con todo lujo de detalles, no os la perdáis. Además, en la audioguía os contarán más sobre cómo era el Titanic y –lo mejor de todo– podréis escuchar su sirena.
Camarotes de diferentes clases
En el Titanic viajaban pasajeros de diferentes clases sociales y que, por tanto, también pagaban cantidades de dinero muy distintas por su habitación a bordo. Se calcula que, al cambio, la suite de primera clase más cara costaría hoy unos 80.000 euros. Uno se puede imaginar las diferencias que tendrían los camarotes, pero es mejor aún tenerlas delante y ver cómo eran de verdad los diferentes camarotes en los que viajaban las clases altas y bajas de la sociedad de entonces. Por eso, no os perdáis las reproducciones de esos camarotes, con su decoración, su mobiliario, sus complementos, sus objetos cotidianos; entendemos así cómo se lavaban, cómo dormían, cómo podían preservar sus objetos de valor…
La joya que inspiró la película Titanic
Kate Phillips, de 19 años, trabajaba como dependienta en una pastelería de Worcester (Inglaterra), propiedad de Henry Morley, de 39 años y casado. Los dos se enamoraron y Henry dejó a su esposa y sus dos hijos para comenzar una nueva vida en América junto a Kate, para lo que adquirió dos billetes de segunda clase en el Titanic, registrándose como señor y señora Marschall. Durante el breve viaje del Titanic, concibieron a una hija.
Cuando se estaba evacuando el trasatlántico, Henry trató de subir a uno de los botes salvavidas para acompañar a Kate (las mujeres tenían prioridad), pero no se lo permitieron, así que Henry le entregó un precioso y valioso colgante, que ella conservó durante toda su vida. Henry pereció en el Titanic y Kate sobrevivió y regresó a Inglaterra junto a sus padres, donde nacería su hija, el 11 de enero de 1913.
Kate Phillips vivió siempre atormentada por la terrible vivencia del naufragio del Titanic hasta perder la razón y ser ingresada en una clínica psiquiátrica, donde protagonizó intentos de suicidio. Falleció en 1958.
Esa joya es la que ahora se puede ver en esta exposición.
El iceberg que hundió el Titanic
Hacia el final de la exposición, un objeto desprende frío… sí, es un trozo de iceberg, una pieza de hielo (sí, sí, de hielo de verdad) de 5 metros de longitud por 2 metros de altura. Llama la atención de todos los visitantes, pero especialmente de los más pequeños. La audioguía te aconseja que, para ponerte en el lugar de los miles de pasajeros que vivieron la tragedia del Titanic, toques con la mano ese trozo de hielo y veas si puedes resistir unos segundos. Es difícil, claro… Pues imagínate lo que supuso para aquellos viajeros que cayeron o se tiraron al mar, que intentaron nadar hacia los botes salvavidas, y que acabaron muriendo de hipotermia.
Una gran idea de los organizadores, para hacer cercana esta tragedia tan lejana ya en el tiempo, y todo un éxito de público.
Sala de telégrafos desde la que se lanzó el SOS en el Titanic
Los radio-operadores Phillips y Bride, de 25 y 22 años, no podían creer que el capitán Smith en persona entrase en su pequeña sala de trabajo. Les pidió que se prepararan para lanzar una señal de auxilio en cuanto supieran su punto de emplazamiento exacto. Se acababa de crear una señal internacional de socorro denominada SOS y, aunque ya había sido utilizada por algunos barcos europeos, lo cierto es que la tragedia del Titanic la hizo popular. Se suele decir que esta señal significa «Save Our Ship» (salven nuestro barco), «Save Our Souls» (salven nuestras almas) o «Send Out Succour» (envíen socorro), pero, en realidad, fue una sigla elegida por su simplicidad. Cuando el radio operador del Carpathia escuchó la señal, apenas podía dar crédito: avisó a su capitán y, cuatro horas después, demasiado tiempo, llegaron al lugar del naufragio y pudieron rescatar a los pasajeros que estaban en los botes salvavidas. Los demás habían muerto de frío.
Cuando miras de cerca esta sala de telégrafos, una reproducción exacta, no puedes evitar sentir cómo un escalofrío te recorre la espalda…