Ya sabéis que el Monasterio de San Millán de la Cogolla son en realidad dos, San Millán de Suso y San Millán de Yuso. El que hoy en día está vivo, con una comunidad de monjes agustinos recoletos, es el de Yuso, en el centro del pueblo de San Millán de la Cogolla.
En el Monasterio de San Millán se atesora toda la herencia histórica de estos dos centros de peregrinación, que, entre otras cosas, cuenta con unas cuantas cosas peculiares. Os contamos 10 curiosidades de este monasterio que no os podéis perder (a vuestros hijos los dejarán pasmados).
Las glosas de un códice que ya no está aquí
Las glosas son el tesoro de San Millán, porque prueban que en esta zona nació el castellano y que se hablaba ya en el siglo XI. Un monje que estudiaba uno de los códices en latín (el que se llama códice 60 hoy en día), al no entender ya muchas de las palabras expresiones latinas, anotó al lado de ellas la traducción a la lengua que sí hablaba y entendía: una versión primigenia del castellano. Pues fijaos: ese códice no está ya aquí, sino en Madrid, en la biblioteca de la Real Academia de la Historia. Cosas del destino…
Un serpentario… con serpientes
En este monasterio de San Millán de Yuso los monjes criaban y cuidaban de culebras, víboras y serpientes, porque se servían de su veneno para fabricar pócimas curativas y medicamentos para diversas dolencias. No se conservan restos del serpentario, pero había uno. Recordadlo cuando recorráis el monasterio en la visita guiada.
Cantorales con tinta de vino y piel de muuuchas vacas
En la biblioteca de San Millán de la Cogolla se conservan manuscritos y pergaminos de muchos tipos. Los cantorales, que, como su nombre indica, servían para que los monjes pudieran entonar sus cánticos religiosos de alabanza a Dios, estaban hechos con materiales locales.
La tinta de los libros de la biblioteca de San Millán, además de con pigmentos sacados de las plantas y de tierras de colores, se hacía con vino, que era algo muy abundante por esta zona. Uno de esos cantorales, con tantas páginas y tan grandes (para que los monjes pudieran leerlos a distancia), podía pesar hasta 50 kilos y para toda la colección de cantorales de San Millán de la Cogolla se empleó la piel de… unas 1.500 vacas.
Sistema de refrigeración para cantorales
Esos cantorales de los que os hablábamos en el epígrafe anterior tenían que estar muy bien protegidos y uno de sus enemigos más letal es la humedad, así que había que conservarlos en lugares que se pudiesen airear bien.
Fijaos, en el siguiente vídeo, en cómo era el sistema de almacenaje, que se ha conservado hasta nuestros días por su efectividad para el cuidado de estos magníficos ejemplares:
Gateras en la biblioteca
Siguiendo con el cuidado de los códices y cantorales, el otro enemigo que podía destruirlos eran los ratones, a los que les gusta matar el hambre devorando estos ejemplares bibliográficos.
Pues, contra esos malditos roedores, nada mejor que un gato, pero, claro, hay que dejar que el gato entre en la biblioteca y pueda moverse por dentro del sistema de almacenaje de los cantorales. Fijaos en la foto (lo hemos resaltado un poco para que lo veáis mejor), en la pared de la derecha, abajo, junto a la escalera: ese agujero redondo es una gatera por la que los felinos podían pasar y mantener a raya a los ratones comecódices.
Un suelo que conserva las pinturas
En la sacristía de San Millán de la Cogolla, los techos están decorados con pinturas que podrían estropearse si la temperatura y el nivel de humedad no fueran los adecuados. ¿Cómo lograr ese perfecto equilibrio? Pues nada menos con el suelo, sí, con el suelo, porque las baldosas están hechas de alabastro, que funciona como un perfecto regulador de la humedad y por tanto también parcialmente de la temperatura.
¿Dónde están las reliquias de San Millán?
El pobre San Millán, que tan bueno fue en su larga vida (recordad que vivió más de 100 años) no ha podido descansar tras su muerte en aquel monasterio medio excavado en la piedra, mitad cueva mitad iglesia, en el que tantos años oró y obró buenas acciones. A su muerte en el año 574 ocupó su fosa en el Monasterio de Suso, donde aún hoy está su cenotafio. Don García decide trasladarlo a Nájera a mediados del siglo XI, pero, ante la resistencia del pueblo y de los monjes (y, según la leyenda, porque los bueyes no podían con la carreta en la que lo trasnportaban), lo dejan hasta el 1067, en que sus reliquias pasan al Monasterio de San Millán de Yuso, donde hoy reposan en un arca decorada con marfiles.
Luz mágica equinoccial
Como ocurre en otros lugares como San Juan de Ortega (Burgos), en la iglesia de San Millán de la Cogolla, todos los equinoccios (alrededor del 21 de marzo y del 21 de septiembre), un rayo de luz, más o menos a las seis y cuarto de la tarde, entra por el rosetón de la parte trasera de la iglesia, pasa por el círculo que corona el trascoro y da en el centro geométrico de la iglesia. Marca así el eje de la iglesia y su orientación perfecta hacia el este.
La leyenda de la carreta y los bueyes
En el siglo XI, los monjes de San Millán vivían en el monasterio de Suso, que atraía a muchos peregrinos por las reliquias del santo que se conservaban allí. Como el rey don García quería que el gran centro religioso de la zona fuera Nájera, mandó que las reliquias se trasladaran allí. Los restos de San Millán fueron subidos a una carreta tirada por bueyes y encaminados hacia Nájera. Al llegar al fondo del valle, los bueyes no podían con el peso, a pesar de que hombres muy fuertes intentaron ayudarlos. Todos entienden que San Millán quiere permanecer allí, así que se decide construir un nuevo monasterio, más grande, para que reposen en él. Y así es desde el 1067 en un arca de marfil, de la que te hablamos en la próxima curiosidad.
Arca relicario de tipo cómic
Aquella primera arca hecha para los restos de San Millán era una caja de madera, con una tela musulmana que forraba su interior. Por fuera, además de elementos de oro y piedras preciosas, tenía 22 placas de marfil tallado que contaban, como si de un cómic se tratase, una serie de pasajes de la vida de San Millán según la biografía que de él escribió San Braulio. Los soldados franceses que invadieron España en 1809 robaron el oro, las piedras preciosas y unas cuantas placas de marfil (algunas de ellas se han encontrado en museos de Europa y de EE.UU.).
En 1944 se hizo una caja nueva en la que se han colocado los relieves de marfil que se conservan y se han reproducido en metal los que se han perdido. Fíjate en sus figuras, pide a la guía que os explique alguna de esas historias que contaban para las gentes que, en aquella época, no sabían leer y sólo aprendían esos pasajes al verlos esculpidos. En este vídeo puedes verlas también.
Fotos de las curiosidades del Monasterio de San Millán de Yuso
En la siguiente galería de fotos puedes ver las imágenes de todas las curiosidades que hemos encontrado en el Monasterio de San Millán de la Cogolla de Yuso:
San Millán de la Cogolla es un pueblo precioso de La Rioja famoso por sus dos monasterios, el de San Millán de Suso (de “arriba”) y el de San Millán de Yuso (de “abajo”), y sobre todo porque allí existen pergaminos con las primeras palabras escritas del castellano, las llamadas “glosas emilianenses”, que prueban que en esta zona nació el castellano, una nueva lengua ya completamente diferente del latín del que provenía. Por todo esto y por las cuiriosidades de las que os hablábamos en este post, os recomendamos la visita 🙂