El plan que os proponemos en este artículo es gratuito y muy recomendable para familias con niños 😉 Nosotros lo realizamos hace unos años, mucho antes del coronavirus; estábamos en la provincia de Cádiz, a principios del verano, en nuestra primera escapada del verano con los peques… y buscábamos planes curiosos…
En el término de Vejer de la Frontera, muy cerca de Conil, junto al Río Salado, se encuentra la hacienda Sancha Pérez, una amplia finca propiedad de un vecino del pueblo que la ha convertido en una bodega y almazara que producen vino y aceite ecológicos y que se puede visitar para conocer a fondo la elaboración de estos productos.
Las instalaciones de Sancha Pérez son pequeñas y permiten conocer, en un recorrido corto, los procesos y herramientas para elaborar el vino y el aceite de alta calidad que, al final, podremos comprar por un precio más asequible que en las tiendas.
Nos enteramos de la existencia de la bodega y almazara Sancha Pérez en Oficina de Turismo de Conil, a través de unos folletos que anuncian que “en la finca Sancha Pérez podrá conocer los secretos de la agricultura ecológica y degustar y adquirir nuestros vinos y aceites de oliva virgen ecológicos”. Nos advirtieron que la parte de cata, de momento, no se hacía (esto fue en el año 2014) porque tenían una producción muy pequeña y no les compensa abrir botellas para los visitantes. Bueno, nuestro objetivo era, sobre todo, que los chicos conociesen la finca y supiesen qué es una bodega —ya habían visitado en esta zona las bodegas de Jerez— y, sobre todo, la almazara. De entrada, tuvimos que explicarles la palabra, de origen árabe y alusiva al prensado de la aceituna para extraer el “zumo”, el aceite.
Olivos de todas las clases
Un caminillo bordeado de viñas, rosales y algunos cipreses nos lleva al edificio central, con una pequeña zona señalizada como aparcamiento de visitantes.
Una vez llegamos a las instalaciones de Sancha Pérez, nos salió a recibir Ignacio, el encargado de la finca, que sería quien nos haría de guía por las dependencias de la almazara y bodega y nos contara cada detalle del proceso de elaboración del aceite y el vino con una autenticidad y una cercanía que ya valían, por sí solas, la visita. Hombre de campo, conocía bien los porqués de cada herramienta, de cada tarea y de cada cuidado que precisan los olivos y las vides.
Ignacio nos explicó que los rosales que habíamos visto a la entrada, junto a las viñas, no eran decorativos, sino una especie de “detectores de plagas”. Los rosales son más vulnerables a las enfermedades vegetales y las detectan antes, así que, si un rosal enferma, es un aviso de que llega una plaga que puede afectar a las viñas y rápidamente se ponen los remedios necesarios para prevenirla o curarla.
Junto al parking había también unos cuantos olivos pequeños (la gran extensión ocupada por los grandes se ve al fondo, tras las viñas, más próximas a la bodega), cada uno de una especie de aceituna diferente: arbequina, picual, cornicabra… Ya tenían aceitunas, pero Ignacio nos explicó que no valían, que las habían dejado para que los visitantes las viéramos y supiéramos apreciar las diferencias entre unas clases y otras, pero que las aceitunas que produce un olivo el primer año no valen para aceite, que hay que esperar a la siguiente temporada.
La mayor parte de los olivos de la finca son de la especie arbequina, aunque ya empezaban a introducir otras variedades. Fueron la base de la hacienda, creada hacia 2009. La cosecha, en octubre, se hace a mano, con alguna ayuda mecánica: Ignacio nos contó que la mecanización de la recogida se hace con máquinas que sacuden las ramas para hacer caer las olivas. Eso, claro, siempre estropea el árbol, así que ellos no las utilizan. Lo máximo que emplean son una especie de peines mecánicos que los operarios aproximan a las ramas y que, como dedos, van haciendo caer las aceitunas de forma más rápida que la mano del hombre. Una ayuda, nos dice, pero con máximo respeto al olivo.
Las aceitunas recogidas se prensan en frío y ese aceite se embotella y se vende allí mismo, con una pequeña distribución para tiendas y restaurantes. El producto residual –las aceitunas prensadas– se venden, porque con un calentamiento previo de ahí se extrae más aceite, pero ellos no, el aceite Sancha Pérez sólo es oliva virgen y producto sólo del prensado en frío.
Vino ecológico de alta calidad
Las viñas llegaron un poco después que los olivos, pero constituyen el alma de Sancha Pérez. De sus uvas se hace un vino de alta calidad, ecológico como el aceite, con las variedades Merlot y Petit Verdeau. Al año se obtienen unos 6.000 litros de vino, aunque poco a poco la producción va aumentando. Las uvas se recogen y seleccionan a mano, después de mimos y cuidados dirigidos por el enólogo de la finca, sin uso de fertilizantes ni herbicidas químicos, porque, como nos apuntaba Ignacio, “todo eso está muy controlado y hay muchísimas inspecciones para asegurar que hacemos las cosas como tenemos que hacerlas”.
A un lado de la finca, en la parte que se ve desde el edificio central, nos llamó la atención toda una zona de cañizal, pero todo tiene su explicación: “Es para parar el levante; aquí, cuando hace viento, se lo lleva todo y lo estropea todo, así que las cañas hacen como si fuera un muro natural y así el viento no pega con tanta fuerza…”.
A falta de una cata final —aunque de aceite sí la hacemos, porque Ignacio nos puso un “buchito” en un platillo y mojamos el dedo y chupamos intentando identificar tipos de aceituna, aromas…—, decidimos comprar un par de botellas de vino (13 euros cada una) y aceite, del que disponían en tres formatos: botella de 250 cl. a 3 euros, de medio litro a 6 euros y en una lata de 2,5 litros a 18 euros (cuando estuvimos nosotros, hace ya unos años). Del vino había un tipo más caro, de 20 euros la botella y sólo centrado en la especie de uva Petit Verdeau, pero, siguiendo las indicaciones de Ignacio, nos decidimos a probar el de mezcla con Merlot.
Fotos de la bodega y almazara Sancha Pérez
En todo el recorrido, los chavales han estado atentos, aunque todas las máquinas del proceso estaban paradas (para verlas en funcionamiento hay que venir en septiembre, en la vendimia, o a mediados de octubre, para la recogida de la aceituna). Podéis ver nuestro recorrido en esta galería de fotos:
Lo que más les gustó fue el exterior, con todos los tipos de olivo, la historia de los rosales detectores de enfermedades y, más que nada…. ¡los dos perrillos de Ignacio, que bailaban todo el tiempo alrededor de nuestros pies!
Al día siguiente, en el desayuno, cuando comimos el pan con aceite de la finca Sancha Pérez, se acordaron de más cosas y comprendieron mejor la visita 😉
Cómo llegar a la finca Sancha Pérez
El acceso no es muy fácil de encontrar, incluso siguiendo las indicaciones del folleto. Hay que dirigirse desde Conil a una de las salidas del sur, hacia la carretera de El Palmar y Caños de Meca. Dejaremos la depuradora de aguas a nuestra derecha y, nada más cruzar el puente sobre el río Salado, a la izquierda, sale un camino en el que un cartel indica “Finca Sancha Pérez”. Lo tomaremos y seguiremos ese camino, prácticamente paralelo al río durante unos dos kilómetros, al final de los cuales llegaremos a una entrada típica con el nombre de la hacienda y la indicación de que fabrica aceite y vino ecológicos:
Horarios de visita de la finca Sancha Pérez
- Del 15 de junio al 15 de septiembre, lunes a sábados de 10 a 15 horas. Tardes y domingos, previa cita.
- Resto del año: lunes a viernes de 10 a 15 horas. Tardes, sábados y domingos, previa cita.
- Teléfono de contacto: 670 68 68 49 y 61911 31 62.
- Web: www.sanchaperez.com.