Habíamos oído hablar de Orbaneja del Castillo y, sobre todo, habíamos visto imágenes de la impresionante cascada que atraviesa el pueblo para ir a desembocar en el mismísimo río Ebro. Por eso, en nuestro regreso a Madrid desde Cantabria con nuestros hijos, nos desviamos unos kilómetros y fuimos a conocer este precioso pueblo, casi mágico, en mitad de la comarca burgalesa del Páramo.

Orbaneja se encuentra en la frontera de Burgos con Cantabria y, a pesar de su nombre, no tiene castillo (aunque seguramente lo tuvo en algún momento de su historia). Es un pueblo pequeño, colgado entre rocas calizas erosionadas por el viento y sobre todo por el agua (lo que los geólogos llaman una zona kárstica) en la que proliferan las cuevas y grutas.

A Orbaneja del Castillo se llega por una carreterita serpenteante que ondula entre un verdor que no parece típico de una comarca que se llama El Páramo. Es un milagro del Ebro y de las capas de agua freática, que se filtran horadando las rocas y que vuelven a surgir en forma de manantiales. Ése es el origen, justamente, de la sorprendente corriente de agua que nace en la zona superior del pueblo y que se precipita cuesta abajo hasta llegar al Ebro.

Las aguas subterráneas acumuladas en los acuíferos de los páramos de la región en la que se encuentra Orbaneja tienen su salida natural por la Cueva del Agua, en cuyo interior el agua ha disuelto la roca calcárea, que sale y se deposita sobre los musgos del lecho del riachuelo y forma una corteza calcárea blanquecina. Gracias a todo ello, en Orbaneja se crea un microclima en el que viven felices animales como la trucha, el martín pescador y la garza real. Incluso en verano, cuando su caudal es menor, resulta espectacular, pero está claro que, si queréis verla en todo su esplendor, es mejor ir en mitad de la primavera.

Qué ver en Orbaneja del Castillo

Cuando entras en Orbaneja del Castillo, en la misma carretera encuentras un pequeño puente. Hacia la izquierda, el último tramo de esta corriente de agua, formando pozas antes de unirse al gran río (pozas de fondo rocoso blanco en las que el agua se ve transparente y turquesa); hacia la derecha, las casas construidas en pendiente, la cascada cayendo entre espumas y ruido de agua y un camino con peldaños que te conduce al centro del pueblo, allá arriba. Las casitas tienen fachadas rojizas, algunas son más antiguas, otras parecen más recientes o quizás reformadas.

Siguiendo ese camino, llegas al centro del pueblo, que se abre como una plaza surcada por la corriente de agua, que allí es mansa, está como canalizada y permite que la atravesemos con una pasarela de hormigón sin barandilla. Hay algunas tiendas de recuerdos, bares y restaurantes. Está claro que es un lugar al que se viene a disfrutar de una comida o una cena en familia o con amigos en este paisaje original y diferente.

El agua nace en la cueva del agua, en la pared de roca. Se puede llegar casi hasta la misma boca de la que mana lo que luego se convertirá en una cascada fragorosa, aunque hay vallas de seguridad para evitar que los visitantes demasiado curiosos tengan algún accidente. Hay un camino que permite seguir subiendo hasta coronar por encima de todas las casas. Se ve entonces el pueblo, toda Orbaneja, a nuestros pies y allí, en el horizonte, el perfil roto de las paredes de roca al otro lado del valle.

Fotos de Orbaneja del Castillo

Aquella tarde, después de un largo paseo arriba y abajo del pueblo (fuimos hasta el punto donde la cascada muere en el Ebro), nos tomamos un refresco en un bar y seguimos camino. Por una vez, todos estábamos de acuerdo: un pueblo precioso y con un encanto especial que hay que visitar y descubrir. Con esta galería de fotos podréis haceros una idea…

Dónde está Orbaneja del Castillo

En el límite de Burgos con Cantabria y a unos pocos metros del río Ebro, en este mapa puedes localizar la situación de este pueblo con encanto.

Vídeo: así es la cascada en primavera

En el siguiente vídeo os mostramos cómo se comporta esta cascada de Orbaneja del Castillo en primavera:

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El pueblo de Orbaneja, de origen medieval y declarado conjunto histórico en 1.993, son unas pocas calles (algunas con nombres que recuerdan a habitantes judíos), no hay más que ver, no hay museos, no hay castillo. Tiene censados apenas 50 habitantes, pero, eso sí, su encanto es monumental, la belleza de esa cascada cayendo y rompiendo salpicando en vapores de agua es enorme; todos nos quedamos boquiabiertos, los adultos y los niños.